Blog de alumnos de la comisión 51 del taller de expresión, Cátedra Reale, de la carrera de Comunicación Social, Uba, coordinado por la profesora Claudia Risé y su alumno ayudante Lisandro Gallo.

viernes, 15 de enero de 2010

Proyecto Narrativo: "El testigo Silencioso" - (María Victoria Beistegui)

El testigo silencioso

“y el caminito que recorre se va a grabar en su recuerdo por (…) los adioses de la despedida que le acompañan aún en el silencio de la noche, y la dulzura próxima del retorno”
(Marcel Proust, Por el camino de Swann)

Un viaje puede significar muchas cosas en la vida de una persona. Viajar, palabra fugitiva que nos incita al movimiento tanto hacia los confines del mundo interior, como del mundo exterior.
Recuerdo los momentos previos al viaje en familia, solían ser un caos. Instantes de ansiedad, todos repasando mentalmente lo que sí debía llevarse y lo que no. Extraña sensación de entusiasmo. Partir, no importa lugar ni horario, día o estación. Sólo partir.

Ruta nacional Nº 3, sur. 630 kilómetros desde la Ciudad de Buenos se tiñen con el color del paisaje. Verde, azul, celeste, blanco y nuevamente verde. Fantástica línea del horizonte. Escenario de pura libertad. A 78 km. de la ciudad de Bahía Blanca, de donde es oriundo mi padre, un desvío anticipa que me deparan 30 km. de grandes médanos cubiertos por asfalto. Minutos más sólo será la calle angosta y el típico cartel verde (anuncio de ruta) el que me dé la bienvenida a: Monte Hermoso.

Monte Hermoso es un pequeño distrito ubicado sobre la costa atlántica. Su nombre hace referencia a un médano que alcanzó a medir 36 metros de altura siendo visible a gran distancia, en lo que se conocía como Punta Tejada. Originariamente las tierras que hoy lo integran fueron cedidas a mediados del siglo XIX a familiares de don Juan Manuel de Rosas. En el año 1879, Esteban Dufaur decidió comprar 4.000 hectáreas y encomendó a su hijo Sulpicio Esteban la tarea de organizar un establecimiento rural, teniendo en cuenta su ubicación de privilegio frente al mar.

El invierno siempre ha sido una estación particular para emprender viajes, el frío se escabulle por debajo de los abrigos y uno tiende a resguardarse de las actividades al aire libre. Las costas atlánticas de nuestro país pierden el color del verano con el que tanto se caracterizan y un aspecto gris se apodera tanto de las paredes de los edificios como de las puertas de las casas. La gente y los autos parecen desplazarse en cámara lenta o a una velocidad mínima. Si no fuese por el hecho de que en verdad el invierno no logra oscurecer en estos pagos el buen ánimo de los lugareños quienes atienden sus comercios con grandes sonrisas y siempre están dispuestos a charlar un ratito aunque sea sobre el clima, podría decirse que estamos frente a un clásico “pueblo fantasma”. En parte creo que la quietud se debe al hecho de que se avecina la hora de la siesta, un descanso general donde todo parece inmóvil con la excepción de algunos jóvenes lugareños inquietos o los antiguos visitantes de este lugar que saben de fríos y que prefieren emplear su tiempo en pasear, reencontrarse con todas aquellas cosas que vuelan en el recuerdo, como es mi caso.

Hasta el año 1935 Monte Hermoso pertenecía al partido de Bahía Blanca. Luego a través de un proyecto del legislador Gregorio Juárez se anexaron las tierras al partido de Coronel Dorrego del cual se independizó definitivamente un 1º de abril de 1979 primero bajo la forma de municipio urbano de Monte Hermoso hasta el 23 de mayo de 1983 cuando fue promulgada la ley 9949 designándolo: Partido de Monte Hermoso.

Recorrer, implica volver a caminar por calles que parecen contar historias y anécdotas. Noches de verano y fiestas de carnaval con mis hermanos y amigos, agua y espuma por doquier, música y mucho cuidado por miedo a perderme entre la multitud. El cuerpo popular y la efusión colectiva.
A pesar del correr del tiempo, hay cosas que perduran en sus mismas condiciones. Es justamente al lado del edificio más alto de Monte Hermoso, el cual logra cubrir la vista de las extensas playas y de aproximadamente toda la ciudad, donde permanece una vieja casita pequeña de color azul profundo. Aún hoy conserva un aspecto inocente que yo misma le atribuía en mi infancia gracias a la tranquilidad y a la calidez que me inspiraba. Aún hoy parece reunir todas las cualidades necesarias para hacer frente a la inmensidad del edificio que se alza a su lado izquierdo.
Por otro lado, nuevas calles pavimentadas se lucen en la entrada al centro de Monte Hermoso, varias propiedades horizontales con formato de galería, negocios de indumentaria, restoranes, servicios de alojamiento hotelero (el turismo de masas ha llegado al Partido de Monte) y los clásicos almacenes de los lugareños que abren sus puertas todo el año y en todo momento, obviando la hora de la siesta que como ya dije, es sagrada.
La casa de turismo, un negocio ubicado entre las nuevas construcciones, deja ver por detrás de sus vidrios llamativos anuncios que promocionan actividades de verano en las playas. Al parecer, Monte Hermoso crece.
Geográficamente se extiende a lo largo de 32 km. Tiempo atrás caminar largos tramos de playa, por momentos con suaves declives, me habría parecido eterno pero el pensamiento cambia cuando uno aprende a descubrir en el camino el amable viento que roza la cara.

Respirar. Sólo eso.

La práctica de caminar por las playas de Monte Hermoso ha de ser una costumbre legendaria en mi familia. Mi padre acompañado de mis tíos y mis abuelos emprendía la caminata hasta el final del partido donde se encuentra el faro una y otra vez, cada verano que se encontraban de visita. Años después, seríamos mis hermanos y yo acompañados de mis padres quienes disfrutaríamos de la extensión de las playas y la satisfacción de encontrar el destino.


-Si hay algo inolvidable y que caracteriza a este lugar es la salida y la puesta del sol sobre el mar, haciendo eternas las tardes y los días.


La pasividad de la tarde oponiéndose al ruido de las olas que se arman y se desarman chocando unas con otras me incitan al movimiento. El Sol aún se mantiene distante del mar y me hace saber que las horas se alargarán mucho más de lo que señala mi reloj. La arena debajo de mis pies es una agradable sensación de cable a tierra, una conexión particular entre el mundo y mi cuerpo, una fuerza que corre de pies a cabeza llenándome de energía. Caminar a orillas del mar implica una constante música de fondo, nada muy definido. El viento te despeina y las gaviotas parecen volar contra viento y marea.
A distancia se encuentra el muelle de pescadores. En mi infancia tenía un aspecto pobre, a medio terminar. En la actualidad se encuentra igual. Sus columnas parecen poco seguras pero aún así resisten con fuerza los golpes de las olas, esa fuerza extraordinaria que encarnan frente a la construcción.

El diario La nueva provincia publicó hace un tiempo la decisión de demoler ambos espigones que se encuentran en las playas de Monte Hermoso. A pesar de ser una decisión tomada, el Intendente del partido, Alejandro Dichiara, aseguró que sería un trabajo que llevaría mucho tiempo dada la dificultad de poder desmontar los pilotes del ras del piso hacia abajo. El deterioro es un hecho evidente que peligra a gran parte de quienes se encuentren por sus alrededores.

Año tras año, me sitúo debajo de las pasarelas de los muelles con el fin de retener en la retina de mis ojos la imagen de un mar enmarcado por las pilastras que los sostienen. Absurda paradoja de creer que la inmensidad encuentra límites.

En épocas de verano, a esta misma hora (6-7 de la tarde) los pescadores de redes portátiles despliegan su arte. Hombres y jóvenes de diferentes edades toman el carácter necesario para compartir un momento en conjunto y colaborar con el acto. Nadie dice que no a nadie, todos se ven envueltos en la expectativa del ritual. Sonrisas quedan plasmadas en las fotografías; el recuerdo de participar en una costumbre lugareña.

Fotografía: intento siempre vano de detener el tiempo. Perplejidad de encontrarse frente a lo perdido: la emoción de ese encuentro.


Inclinado en las tardes
tiro mis (…) redes
a tus ojos oceánicos.

Cruzando el espigón, el Faro Recalada, icono del fin del partido de Monte Hermoso, se vuelve el único vigía de estas playas desoladas. La soledad sin parecerse a ella se acompaña del sonido del mar y uno cree caminar en búsqueda de ese fin que puede hacerse llamar destino. Destino como fin del camino, destino como reencuentro con uno mismo, destino como apropiación o meta de lo que vendrá, destino como verdad. Destino, deseos de búsqueda y de conquista.

Entre el espigón y el faro, entre el mar y una serie de murallas.

Paredes desgastadas por el correr de los vientos se elevan a mi costado para evitar inundaciones provenientes de las tormentas marinas en lo que es denominado el Barrio de los pescadores. Un barrio compuesto por apenas seis casas que disfrutan de la vista directa del mar y una calle de tierra arenosa que las separa de verdes prados abundados en vegetación. Ambos paisajes, postales naturales.

Pienso que debe ser difícil vivir acompañado de esta constante música, de día y de noche, de mañana y de tarde el ir y venir de las olas, sumado a un faro intimidante que parece mirarlo, escucharlo y saberlo todo.


No sé si aprendo música o conciencia (…)
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.


Un par de metros bastan para descubrir ornamentaciones sobre estas murallas. Diferentes caparazones o caracolillos hacen a las decoraciones un arte inusual que genera en quien lo observe las ganas de querer pasar su mano por encima, sentir sus texturas y formas, apelar al tacto humano, más allá de la visión que curiosamente a corta distancia se confunde y masifica, y en lejanía grande es la diferencia que puede hacer sobre cada uno de los dibujos: peces, moluscos, tiburones y pulpos. Más allá de toda posible definición, sigo sin encontrar una explicación que cubra al arte. Simplemente sucede y no importa lugar o material, ni el quién o el cómo. El arte tampoco resiste a los límites. Es necesario para todos.

Importante. La naturalidad de la que tanto se habla hoy en día, tiempos pasados abría paso al hallazgo de almejas y ostras de grandes tamaños en las orillas de las playas más alejadas, es decir, ¡estas orillas!...Al parecer, la acción depredadora del hombre fue mermando con todo ello.

Conciencia. Lo que el hombre destruye lo destruye para siempre.

Es la costumbre la que nos hace situarnos constantemente frente a la mirada de un mar que luce su horizonte como sombrero elegante. Pocas veces nos damos vuelta para asombrarnos de la orilla que mira. El mar y su horizonte, el partir. La orilla, es de los que se quedan.
De esta forma el mar permanece a nuestras espaldas (aún así, siempre presente). Son 7 los kilómetros desde donde me encuentro a la ciudad balnearia de Monte. La vista se alborota llenándose de un color verde bosque. En dirección crecida hacia el cielo: el Faro Recalada.

La historia a cerca de los faros encuentra orígenes en el uso de señales luminosas destinadas a guiar a los navegantes. En sus comienzos solía tratarse de fogatas que ardían en lo alto de una colina próxima a la costa, de modo que fuese suficientemente visible desde el mar. Con el correr de los años, columnas y torres fueron siendo perfeccionadas, sus luces guías sufrieron varias transformaciones hasta alcanzar la energía eléctrica que hoy utilizan.


-El amor por el mar, la visión reconfortante de la luz en la recalada, las muchas horas dedicadas a contar los segundos entre ciclo y ciclo.
La historia de los faros en Argentina reconoce como un hito importante el año 1881, cuando en el mes de febrero el presidente Julio Argentino Roca creó la comisión de Faros y Balizas con el objetivo de estudiar la señalización de la costa atlántica. El 22 de noviembre de ese mismo año se instaló una farola de gran alcance en la cima del accidente costero, el cual posteriormente conoceríamos como Monte Hermoso, siendo la única señal para ingresar a cualquiera de los seis puertos de Bahía Blanca. La inauguración oficial del Faro Recalada fue llevada a cabo un 1º de enero de 1906. Su construcción habría sido decidida en el año 1904 y fue dirigida por el Ingeniero Luiggi, quién también dirigió la construcción de la base Naval Puerto Belgrano. Los materiales fueron provistos desde Francia por la misma empresa que se haría cargo de la construcción de la torre Eiffel.
Un siglo atrás, el lugar presentaba varias y serias dificultades para el transporte de materiales, pues estaba cerrado por cadenas de médanos vivos. Dadas las circunstancias, tuvo que adoptarse el envío por mar para hacer llegar a la zona los insumos necesarios para la construcción. Trasladada por la empresa Barbier Bernad y Turenne fue embalado en unos 100 cajones con etiquetas en las que podía leerse el destino, Monte Hermoso.
El Faro Recalada ubicado en el final del partido de Monte Hermoso (a 11 kilómetros de la desembocadura del río Sauce Grande) trata de una inmensa torre metálica que se compone de un tubo central que alberga 293 escalones que hay que ascender si se quiere alcanzar la garita de iluminación. La enormidad de su tamaño obligó a sus cimientos ubicarse hundidos 9 m por debajo de la superficie del terreno.

Entrecerrar los ojos, tratar de retener con la mirada. Intimida verse frente a semejante construcción. Su altura logra apoderarse del mar, de las costas cercanas y de las lejanas, de todo el partido de Monte Hermoso e incluso más allá del mismo.
Mi padre me contaba que en su infancia el juego que mi abuelo le proponía al él y sus hermanos era descubrir la luz del faro aún viajando en la ruta. De esta forma, las narices contra el vidrio de la ventana del auto bastaban para deleitarse con el primer minúsculo punto brillante en la oscuridad de la noche que marcaría el destino al que esperaban arribar.





Todavía en los ojos siento esa luz burlona
de miles de faroles sobre el tropel de pasos


El faro sabe de historias y leyendas. La del velero Lucinda Sutton solía ser aquella que siempre agrandaba de asombro nuestros ojos.
Los hechos reales habían sido los siguientes. Un primero de abril de 1917, una importante carga de madera proveniente del velero norte americano fue arrojada al mar en las cercanías del Faro para evitar su naufragio. Las tablas, desplegadas por las playas dieron a Estaban Dufaur la idea de crear el primer Hotel de Madera frente al mar. El cual fue deteriorándose dejando rastros de su lujo y elegancia en el recuerdo de quienes lo conocieron.
El misterio que tanto nos asombraba tenía un origen posterior. Había quienes decían que cada primero de abril en plena oscuridad de la noche al pie del faro, un feroz oleaje acercaba a las orillas grandes cantidades de madera. A la distancia la luz del faro delataba un velero que se esfumaba en el horizonte, sembrando la duda. Lo extraño era, que ningún barco o velero se encontraba registrado en las rutas de navegación y todo lo que se veía, incluso las grandes maderas no encontraban proveniencia…

Tiempo que no parece estar cuantificado. Un diálogo interno; debatir para tratar de entenderlo todo.

Son muchos los escritores, poetas que han hecho de los mares y de los faros, protagonistas por excelencia. Se encuentran en la búsqueda, saben y nos enseñan a mirar sus encantos y sus historias. Esa rara manera de reanudar, reencontrar, redescubrir sentidos.


Es probable que nunca haya respuesta
pero igual seguiremos preguntando
(…)

¿por qué fascina el mar?
¿qué significa ese enigma que queda
más acá y más allá del horizonte?


Me pregunto por la existencia y su verdadera utilidad. El faro, su connotación con el destino como con el viaje mismo. La confianza de ser guiados por iluminas conocidas o desconocidas que se cruzan en nuestras rutas, caminos y fronteras. Luces que han servido de guía ante lo desconocido, que han mantenido vivas esperanzas y han acercado otras. Compañía para quienes se han encontrado rodeados de inmensos kilómetros de agua o extensos pensamientos, dudas que atraviesan por demás nuestras mentes. Viajamos a los confines del mundo interior en búsqueda de nuestra propia identidad y tal como lo hacía en mi infancia, simplemente partí. Me vi envuelta en diferentes luces, destellos de lo que puedo ser y de lo que fue.


Es tu faro. Es tu luz, la que buscas,
al borde del acantilado,
en el mirador donde tu memoria
se llena de sueños nuevos.


Los recuerdos y la memoria reviven. Reaparecen para afianzar y consolidar, para poder desplegar mapas inteligibles que hagan inmediato lo distante, visible lo invisible . Desarrollar la memoria es poner en cuestión un nuevo punto de partida hacia lo siguiente. Sin embargo, el mar provoca olvidarnos en seguida de dónde habíamos venido, sin preocuparnos hacia dónde íbamos, viviendo sólo el momento presente. Su perfección suspende el tiempo. Con el parpadear todo se reconstruye, el pasado, el presente, el futuro.


y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento


En el cielo, desplegado el último color del faro. Su silencio trasmite una turbadora tensa y elemental melancolía . La vista se agudiza. Inmortalizo el momento en que nuevamente fui minúscula ante él. Algo paraliza pero no hace vacilar los recuerdos. Es entonces cuando el sonido del mar parece desaparecer, los oídos se tapan, los pies se vuelven firmes raíces que crecen en el suelo y el cielo nuestra propia cabeza o techo. Las dudas o pensamientos se evaporizan para resurgir en cualquier otro soplo de viento. En el desenlace de los hechos todos escuchan al testigo silencioso.

Proyecto Narrativo: Diario del cronista - (María Victoria Beistegui)

Sábado 4 de Julio de 2009

Desde el último encuentro de Taller en mi mente vuelan ideas, textos y lugares... Para llevar a cabo el proyecto de escritura, decidí trabajar con la crónica, siendo éste el género que me resulta más cómodo.

De los diferentes territorios a leer me incliné hacia el de Misiones debido a mi interés por las crónicas de Martín Caparrós, de quien tanto había escuchado hablar y nunca tuve la oportunidad de leer alguno de sus textos, y por cierta afinación con la provincia en sí debido a que parientes y amigos viven allá.

Hasta el día de hoy, llevo leídas las crónicas de Martín Caparrós y un cierto favoritismo por aquella que titula "Cataratas".
Me simpatiza su forma de narrar. Permite al lector acceder, ser partícipe tanto de los lugares que visita, como a los diálogos que establece y por sobre todo a sus vivencias incluyendo anécdotas, pensamientos, estados de ánimos (algunos variables con el clima) y demás situaciones que se encarnan en las palabras con las cuales nos “habla”.

Al mismo tiempo me sumergí en el cuadernillo de Viaje y Escritura:
Una metáfora viva de Celia Güichal. El viaje y todo lo que implica tanto mentalmente como físicamente. El cruce de fronteras y fundamentalmente, la necesidad del relato.
Larga distancia de Caparrós. El lado aún más humano del cronista. Su lucha contra el tiempo e imprevistos.

En un primer momento, al organizar mi trabajo, y tener decidido con qué género iba a trabajar pensé inmediatamente en irme a Monte Hermoso, situado a 100 km. de Bahía Blanca donde pasé muchos veranos de mi infancia. Volver a reencontrarme con ese lugar tan querido para mí, tanto como para mi familia, e incluso investigar a cerca del Faro, un buen parámetro para lo que es el viaje en sí. Sin embargo, por ciertas complicaciones, mis planes se hicieron agua...
Acá me encuentro, nuevamente pensando un destino a trabajar. Apoyándome en los textos.

Miércoles 8 de Julio de 2009

Continúa mi lectura. Avanzo en textos como Escritores Crónicos de María Moreno, Contra el Turismo de Diego Tatián y el poema de Césare Pavese Los Mares del Sur, todos ubicados en el cuadernillo de Viaje y Escritura.

Creo que pocas veces nos planteamos la existencia de alguna diferencia entre lo que es el viajar y lo que es el turismo en sí. Diego Tatián en su texto parece ser el encargado de explicarla, de replantearnos sus contrastes y por sobre todo replantearnos a nosotros mismo una nueva forma para viajar y mirar.
El turismo (…) destruye al mundo en un sentido imaginario y simbólico, pues consuma de la manera más contundente la pérdida de la experiencia…

Escritores Crónicos no escapa a los planteos de la mirada, sin embargo lo retoma desde el ángulo de la crónica como género: La crónica aumenta nuestra comprensión y conocimiento (…) no hace falta ir en busca de lugares ajenos o de temas exóticos. Se trata de mirar con nuevos ojos.

En el poema de Pavese encuentro el tema del “faro” que tanto me interesa. Algo misterioso parece resurgir en lo que se cuenta. Luces a lo lejos, el silencio que dura…

Teniendo en cuenta las diferentes lecturas y mis primeras ideas, retomo la propuesta de mi profesora de reconstruir a partir del recuerdo y testimonios cercanos mi tan añorado Monte Hermoso y el Faro Recalada. Es decir, poner en práctica ese “mirar con nuevos ojos”.
Tengo la intención de hacer de mi proyecto narrativo una crónica que reúna todas estas referencias, incluyendo al mismo tiempo algunos datos históricos que sitúen al lector en el espacio. Veré también la forma de desarrollar variantes fricciónales que surjan en el momento de la narración con la intención de enriquecer a la crónica del recuerdo.

Jueves 9 de Julio de 2009

Retomo el Territorio de Misiones y me dedico a la lectura de los textos de Rodolfo Walsh, La Argentina ya no toma mate, Kimonos en la tierra roja, El país de Quiroga.
Los diferentes textos son meros reflejos de las diferentes realidades (tristes realidades) que se fueron llevando a cabo en la provincia de Misiones. Walsh, a diferencia de otros autores, parece introducirse en las historias que comparten las personas pero desde una situación de compromiso. Da a conocer, invita a la reflexión, al ¿por qué? y nos presenta desde los diferentes títulos, situaciones en búsqueda de un desenlace que espera tener recompensa y sin embargo, nunca llega.

Compenetrada en las diferentes historias, las hojas pasan y me adentro en Los desterrados y Los destiladores de naranjas. Los textos de Quiroga generan un clima de tensión e intriga. Siempre constante, guiada por la tragedia de su vida, los textos se tiñen de cierto dramatismo que logran “confundir” a la realidad sin desprenderse de cierta ficción de cuento. Muy en el recuerdo mantengo mis primeros textos de lectura: Cuentos de la Selva, del mismo autor.

Sábado 11 de julio de 2009

Con la ayuda de mi madre reviso todo los álbumes de foto habido y por haber en cada uno de los cajones de mi casa. Sinceramente pensé que las fotos de Monte Hermoso iban a desbordar en cuanto a cantidad. Sin embargo, las fotos encontradas son suficientes como para remontarme a mi infancia allá.

Las extensas playas. Los vientos. Las redes de pesca que dejaban participar a todos aquellos que estuviéramos en el lugar. El viejo muelle. El sol sobre el mar. Las caminatas en familia. La pared de caracoles. Las fiestas de carnaval. La vegetación y el esperado Faro Recalada.
Hablo con mis hermanos y recordamos aún más algunas de las situaciones mencionadas. Espero ansiosa los recuerdos que pueden surgir de mi padre dado que es él quien más conoce de esta ciudad.

Domingo 12 de Julio de 2009

Confío en el poder de Internet y busco información sobre Monte. Encuentro desde su origen e incluso la historia del primer hotel y cómo se construyó el Faro.

Monte Hermoso:

- Nombre: referencia a un médano que alcanzó a medir 36 metros de altura.
- Las tierras que hoy integran Monte Hermoso, fueron cedidas (siglo XIX) a familiares de don Juan Manuel de Rosas.
- 1879: Esteban Dufaur compra 4.000 hectáreas.
- El 1º de abril de 1979 fue creado el municipio urbano de Monte Hermoso y a partir de mayo de 1983 se denominó oficialmente, partido de Monte Hermoso.
- Se puede llegar por la ruta nacional Nº 3.
- Limita al norte con el partido de Dorrego y al oeste con el partido de Coronel de Marina Leonardo Rosales
- 1 de abril de 1917 una gran carga de madera desde el velero norte americano Lucinda Sutton, es lanzada cerca del balneario con la intención de evitar su naufragio.
- En enero de 1918, denominado surge el “Hotel Balneario Monte Hermoso”. Ubicado a unos 7 km. del poblado, por camino sinuoso. Construido con aquellas maderas.
- Este hotel, hoy desaparecido, se destacó por el buen gusto, la suntuosidad y la elegancia de su estructura.
-
Faro Recalada:
- El Faro Recalada: fue inaugurado un 1º de enero de 1906.
- Está ubicado 7 km al este de la ciudad Balnearia de Monte Hermoso.
- Construcción decidida en 1904.
- Materiales suministrados desde Francia por la misma empresa que encaminó la construcción de la torre Eiffel.
- Dirigido por el Ingeniero Luiggi.
- Torre compuesta por: un tubo central de 1,50 m de diámetro, cuenta con 293 escalones y ocho columnas laterales de hierro fundido.

Entre tanto, descubro un texto titulado Tres de Agosto de Juan Rognoni, una historia narrada en la ciudad de Monte Hermoso. Pienso que parte del texto puede servirme para asentar aún más mis recuerdos.

Juan Rognoni nació en Bahía Blanca, en 1976. Estudió Dirección y Guión de televisión en la ciudad de Buenos Aires. Escribió y dirigió una serie de cortometrajes, de los cuales transformó una de las historias escritas para cine en novela literaria, con la que pretende que el lector se introduzca más profundamente en el pasado y la vida de cada uno de los doce personajes que la componen.

Jueves 16 de Julio de 2009

Termino de leer el cuento de Juan Rognoni, Tres de Agosto, bajado desde Internet. Muchos de sus capítulos tientan a la nostalgia del recuerdo, como pretendo que lo haga mi trabajo. Otros, a situaciones ajenas, historias que sin embargo entrelazan aspectos y cosas de la ciudad de Monte Hermoso rondando en la cotidianidad de la vida del lugar que como ya dije, reafirman mis recuerdos y los testimonios de mi familia. Su forma narrativa me remonta a una situación de diálogo. El autor parece mezclarse con el personaje y yo como lectora renuevo sensaciones en mi interior. Monte Hermoso hecho palabras e historia.

Ignacio dejó de mirar el faro y enseguida bajó con su bolso a la playa, la cual se encontraba completamente vacía al ser invierno, sobre todo a esas horas de la mañana. (…)Llegó a un viejo espigón abandonado que observó con curiosidad y se preguntó para que serviría. (…) Al llegar a una zona de humildes casas que se ubicaban a varios metros de altura por encima de la playa, vio que una pared de grandes piedras se encontraba decorada con caracoles pegados. Le llamó la atención y se acercó. Ignacio tocó los caracoles pegados a la pared sintiendo las diferentes texturas y formas que éstos tenían.

Años corren por mi mente. Una y otra vez la misma escena, mi mano sobre los caracoles…la inmensidad de las paredes, el mar y el faro cubriéndolo todo.

Sábado 18 de Julio de 2009

Después de organizarme, armar un cuadro con los temas principales que quería abarcar, recuerdos y de más datos, decidí enfrentar la hoja en blanco de la computadora y empezar a escribir mis primeras ideas.

Durantes los siguientes días continúe desarrollando mi proyecto hasta alcanzar un primer boceto. Incluidos en él presento fotos que me han servido de guía para poder explayarme sobre algunas cosas, averiguaciones históricas y los testimonios de mi familia. Sin embargo, me gustaría profundizar en determinados aspectos, por sobre todo lo que es el tema del faro en sí.

El testigo silencioso

Un viaje puede significar muchas cosas en la vida de una persona. Viajar, palabra fugitiva que nos incita al movimiento tanto hacia los confines del mundo interior, como del mundo exterior.
Hace un par de años atrás los momentos previos al viaje en familia solían ser un caos. Instantes de ansiedad, todos repasando mentalmente lo que sí debía llevarse y lo que no. Extraña sensación de entusiasmo. Partir, no importa lugar ni horario, día o estación. Sólo partir.

Ruta nacional Nº 3, sur. 630 kilómetros desde la Ciudad de Buenos se tiñen con el color del paisaje. Verde, azul, celeste, blanco y nuevamente verde. Fantástica línea del horizonte. Escenario de pura libertad. A 78 km. de la ciudad de Bahía Blanca, de donde es oriundo mi padre, un desvío anticipa que me deparan 30 km. de grandes médanos cubiertos por asfalto. Minutos más sólo será la calle angosta y el típico cartel verde (anuncio de ruta) el que me de la bienvenida a: Monte Hermoso.

Monte Hermoso es un pequeño distrito ubicado sobre la costa atlántica. Su nombre hace referencia a un médano que alcanzó a medir 36 metros de altura siendo visible a gran distancia, en lo que se conocía como “Punta Tejada”. Originariamente las tierras que hoy lo integran, fueron cedidas a mediados del siglo XIX a familiares de don Juan Manuel de Rosas. En el año 1879, Esteban Dufaur decidió comprar 4.000 hectáreas de estas tierras y encomendó a su hijo Sulpicio Esteban la tarea de organizar un establecimiento rural, teniendo en cuenta su ubicación de privilegio frente al mar.
El invierno es una estación particular para visitar las costas atlánticas de nuestro país. Todo el color del verano parece desvanecerse. Es justamente aquí, a pesar de tibio sol que nos cubre, donde un aspecto gris se apodera tanto de las paredes de los edificios como de las puertas de los negocios. Sin embargo, no logra oscurecer el buen ánimo de los lugareños quienes atienden sus comercios con grandes sonrisas y siempre están dispuestos a charlar un ratito aunque sea sobre el clima. En parte creo que esto se debe al hecho de que se avecina la hora de la siesta, un descanso general donde todo parece inmóvil con la excepción de algunos jóvenes lugareños inquietos o los antiguos visitantes de este lugar, que prefieren emplear su tiempo en pasear o volver a reencontrarse con todas aquellas cosas que vuelan en el recuerdo, como es en mi caso.
Hasta el año 1935 Monte Hermoso pertenecía al partido de Bahía Blanca. Luego a través de un proyecto del legislador Gregorio Juárez se anexaron las tierras al partido de Coronel Dorrego de quien se independizó definitivamente un 1º de abril de 1979 primero bajo la forma de municipio urbano de Monte Hermoso hasta el 23 de mayo de 1983 cuando fue promulgada la ley 9949 designándolo: Partido de Monte Hermoso.
Son pocos los cambios que se han dado con el correr del tiempo. Algunos edificios nuevos, un par de calles pavimentadas, dos o tres propiedades horizontales con formato de galería. En la casa de turismo (un negocio ubicado en el centro del partido) me han dicho que las actividades acuáticas son la nueva innovación. Al parecer las playas un poco más alejadas del centro son ocupadas por todos aquellos que desean pasar las tardes practicando jet sky. Interesante sí…pero Monte Hermoso solía particularizarse por conservar la paz en sus playas.
Monte Hermoso no es un partido muy grande. Su extensión se limita en 3 o 4 kilómetros a lo ancho de sus playas. Caminar estas cuadras tiempo atrás me habría parecido eterno, pero el pensamiento cambia cuando se aprende a descubrir en el camino plazas llenas de altos árboles, veredas limpias y el amable viento que roza tu cara.

Respirar. Sólo eso.

-Si hay algo inolvidable y que caracteriza a este lugar es la salida y la puesta del sol sobre el mar, haciendo eternas las tardes y los días.

La costumbre de caminar por las playas de Monte Hermoso ha de ser algo legendario en mi familia. Mi padre acompañado de mis tíos y mis abuelos emprendían la caminata hasta el final de las playas donde se encuentra el faro una y otra vez, cada verano que se encontraban de visita. Lo mismo sucedía con mis hermanos y conmigo.
La pasividad de la tarde oponiéndose al ruido de las olas que se arman y se desarman chocando unas con otras me incitan al movimiento.
Siempre pensé que la arena bajo mis pies es una agradable sensación de cable a tierra. Una conexión particular entre el mundo y mi cuerpo.
Caminar a orillas del mar implica una constante música de fondo. El viento te despeina y las gaviotas parecen volar contra viento y marea.
A distancia se alza el muelle de pescadores. Aún en mi infancia tenía una apariencia pobre, a medio terminar. En la actualidad se encuentra igual. Sus columnas parecen poco seguras pero aún así resisten con fuerza los golpes de las olas, esa fuerza extraordinario que encarnan frente a la construcción.
Año tras año tengo la costumbre de situarme debajo de las pasarelas de los muelles con el fin de retener en mi retina la imagen de un mar enmarcado por las pilastras que los sostienen.
Absurda paradoja de creer que la inmensidad encuentra límites.

En épocas de verano, a esta misma hora (6-7 de la tarde) los pescadores de redes portátiles despliegan su arte. Hombres y jóvenes de diferentes edades toman el carácter necesario para compartir un momento en conjunto y colaborar con el acto. Nadie dice que no a nadie. Todos se ven envueltos en la expectativa del ritual. Las sonrisas son plasmadas en las fotos que demuestra la participación de la gente en una costumbre lugareña.

Inclinado en las tardes
tiro mis (…) redes
a tus ojos oceánicos.

La distancia hacia mi destino se acorta. Mi próxima meta visible se vuelve el Faro. Sus colores blanco y rojo no pasan desapercibidos y su base parece estar cubierta por una abundante vegetación.
Si bien a la altura del centro las playas se encontraban prácticamente desérticas, aún más alejados de ellas, parecen vacías. La soledad sin parecerse a ella se apodera de todo. Paz.
A mi izquierda se alzan altas murallas, paredes desgastadas por el correr de los vientos pero que sirven para evitar inundaciones provenientes de las tormentas marinas en lo que es denominado el Barrio de los pescadores. Un barrio compuesto por apenas 6 casas que se sitúan entre la vista directa al mar y una calle de tierra arenosa que los separa de verdes prados. Ambos paisajes, postales naturales.
Años atrás esta naturalidad de la que tanto hablamos abría paso al hallazgo de almejas y ostras de grandes tamaños que acaparaban las orillas de estas playas. Hoy en día, la acción depredadora del hombre fue mermando con todo ello.

Conciencia. Lo que el hombre destruye lo destruye para siempre.

Un par de metros más bastan para descubrir en éstas murallas decoraciones hechas con conchillas. Un arte extraño que genera en quien lo observe las ganas de querer pasar su mano por encima, apelar al tacto humano más allá de la visión que curiosamente a cercana distancia se confunde, masifica y en lejanía, grande es la diferencia que puede hacer sobre cada uno de los dibujos: peces, moluscos, tiburones y pulpos.
Por primera vez, el horizonte del mar queda como protagonista secundario para otorgarle mayor importancia a la enormidad de las paredes que acompañan al Faro Recalada situado frente al mar.
La inauguración del Faro Recalada fue llevada a cabo un 1º de enero de 1906. Su construcción habría sido decidida en el año 1904 y fue dirigida por el Ingeniero Luiggi, quién también dirigió la construcción de la base Naval Puerto Belgrano. Los materiales fueron provistos desde Francia por la misma empresa que se hiciera cargo de la construcción de la torre Eiffel.
Un siglo atrás, el lugar presentaba serias dificultades para el transporte de materiales, pues estaba cerrado por cadenas de médanos vivos. Por esta razón, tuvo que adoptarse el transporte por mar para hacer llegar a la zona los insumos necesarios para la construcción. Transportada por la empresa Barbier Bernad y Turenne fue embalado en unos 100 cajones con etiquetas en las que podía leerse el destino, Monte Hermoso.
Imposible no sentirse intimidado ante la inmensa torre metálica. Sus largos metros de altura y sus 293 escalones logran apoderarse del mar, de las costas cercanas y de las ajenas, de todo el partido de Monte Hermoso e incluso más allá del mismo.
Mi padre me contaba que en su infancia el juego que mi abuelo le proponía al él y sus hermanos era descubrir la luz del faro aún viajando en la ruta. De esta forma, las narices contra el vidrio de la ventana del auto bastaban para deleitarse con el primer minúsculo punto brillante en la oscuridad de la noche que marcaría el destino al que esperaban arribar.


Todavía en los ojos siento esa luz burlona
de miles de faroles sobre el tropel de pasos.

El faro siempre ha tenido connotación en el destino como el viaje mismo. Desde la antigüedad los navegantes han confiado en las iluminas fijas de la costa para ser guiados por el mar. Sus luces han servido de guía ante lo de desconocido, han mantenido vivas esperanzas y han acercado otras, han servido de compañía para quienes se han encontrado rodeados de inmensos kilómetros de agua.
En lo personal el faro siempre ha sido mucho más. Somos nosotros, los hombres quienes nos hemos planteado nuestro origen y nuestro destinto en nuestro accionar, en nuestro que hacer, en nuestros escritos y en nuestro pensar. Hemos viajado a los confines del mundo interior en búsqueda de nuestra propia identidad. Nos hemos vistos envueltos en diferentes luces, destellos de lo que puede ser y de lo que fue. Luces que han servido de guías para nuestro caminar. Todo encuentra representación en el faro y en su utilidad.
Extraña sensación es la que se propaga por el cuerpo en el momento que alzamos la vista en búsqueda de la cúspide del faro. Nuestra vista se agudiza e intentamos inmortalizar el momento en que fuimos minúsculos ante él. El sonido del mar parece desaparecer, los oídos se tapan, los pies se vuelven firmes raíces que crecen en el suelo y el cielo nuestra propia cabeza o techo. Nadie habla. Todos escuchan al testigo silencioso.


Jueves 23 de Julio de 2009

A partir de mi primer boceto de proyecto, traté de buscar más información sobre algunas cosas que me parecía que habían quedado muy por sobre la superficie (historia de los faros en general y en Argentina; espigones/muelles de Monte Hermoso). Es por esto que reescribí algunos párrafos del proyecto para cumplir con este propósito. A continuación, la información encontrada:

Historia de los Faros / Faro Recalada
Definición de faro: un faro es una torre situada cerca de la costa o junto a ella, que se ubica en los lugares donde transcurren las rutas de navegación de los barcos y que dispone en su parte superior de una lámpara potente, cuya luz se utiliza como guía.
- Historia de los faros en Argentina: importante desarrollo en el año 1881, cuando en el presidente Julio Argentino Roca creó la comisión de Faros y Balizas con el objetivo de estudiar la señalización de la costa atlántica.
- El 22 de noviembre de 1881 se instaló una farola en Monte Hermoso, una colina ubicada sobre un médano cercano a Punta Alta. La única señal para ingresar a cualquiera de los seis puertos de la ría de Bahía Blanca.

Fragmento del diario relacionado con los espigones en demolición en Monte Hermoso, ya que como mencioné en mi primer boceto de trabajo se encuentran deteriorados, con un aspecto a medio terminar. Finalmente parece que después de tantos años se ha encontrado una solución para su peligroso derrumbe:






La Nueva Provincia
Domingo 4 de enero de 2009
Monte Hermoso: Los espigones, a demolición

(…)"La decisión ya está tomada", dijo el intendente Alejandro Dichiara. Dos vigas se han caído en las últimas semanas y las autoridades insisten, más allá de las nuevas señalizaciones que se incorporaron en los sectores este y oeste, en que está prohibido permanecer en dichos sectores.
"Están terriblemente deteriorados y no tiene sentido esperar más”
El primero que será demolido será el ubicado en el sector oeste, el más reflejado en imágenes turísticas por tratarse de donde se pone el sol (…)


Viernes 24 de Julio de 2009

Teniendo en cuenta el comentario guía de mi profesora, reactivé una búsqueda sobre textos poéticos en relación con el mar, los faros, etc. e investigué a cerca de Marcel Proust y sus obras.
Al mismo tiempo, comencé a leer el libro Juan Salvador Gaviota de Richard Bach, con la intención de encontrar algún otro elemento que pudiera sumar a mi trabajo.

Los placeres y los días- Marcel Proust (fragmento)

Como la naturaleza, la inteligencia tiene sus espectáculos. Nunca las auroras, nunca los claros de luna que me han hecho delirar tan a menudo hasta las lágrimas, han sobrepasado para mí en apasionada ternura ese amplio incendio melancólico que durante los paseos del final del día, matiza tantas aguas en nuestra alma, que el sol cuando se pone, hace brillar en el mar. Entonces precipitamos nuestros pasos en la noche. Más que un jinete al que aturde y embriaga la velocidad creciente de un animal adorado, nos entregamos temblando de confianza y alegría a los pensamientos tumultuosos a los que, cuanto más los poseemos y los dirigimos, sentimos pertenecer cada vez más irresistiblemente.
Es con emoción afectuosa como recordaremos el campo oscuro y saludaremos las encinas llenas de noche, como el campo solemne, como los testigos épicos del impulso que nos arrastra y que nos embriaga. Elevando los ojos al cielo, no podemos reconocer sin exaltación, en el intervalo de las nubes aún conmovidas por la despedida del sol, el reflejo misterioso de nuestros pensamientos (…)

El fragmento presente reavivó una serie de cuestionamientos que fueron desplegados en proyecto narrativo. Como dice Caparrós, muchas veces “miramos la naturaleza como paisaje, como escenario inmóvil”, sin embargo, junto a ellos descansa el poder de generar emociones, dudas, nostalgias, melancolías…
Las caminatas al fin de Monte Hermoso, el Faro Recalada, hacen desbordar imágenes y pensamientos que durante mucho tiempo permanecieron resguardados de las palabras, y en la actualidad fluyen en este proyecto. El fragmento de Marcel Proust parece funcionar como resorte, pie o inició a las palabras que se revelaron después.





Por el camino de Swann- Marcel Proust (fragmento)

"Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme:"Ya me duermo". Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en un cuarteto, en la rivalidad de Franciso I y Carlos V. Esta figuración me duraba aún unos segundos después de haberme despertado: no repugnaba a mi razón, pero gravitaba como unas escamas sobre mis ojos sin dejarlos darse cuenta de que la vela ya no estaba encendida. Y luego comenzaba a hacérseme ininteligible, lo mismo que después de la metempsicosis pierden su sentido los pensamientos de una vida anterior; e asunto del libro se desprendía de mi personalidad y yo ya quedaba libre de adaptarme o no a él; en seguida recobraba la visión, todo extrañado de encontrar en torno mío una oscuridad suave y descansada para mis ojos, y aún más quizá para mi espíritu, al cual se aparecía esta oscuridad como una cosa sin causa, incomprensible, verdaderamente oscura. Me preguntaba qué hora sería; oía el silbar de los trenes que, más o menos en la lejanía y señalando las distancias, como el canto de un pájaro en el bosque, me describía la extensión de los campos desiertos por donde un viandante marcha de prisa hacia la estación cercana; y el caminito que recorre se va a grabar en su recuerdo por la excitación que le dan los lugares nuevos, los actos desusados, la charla reciente, los adioses de la despedida que le acompañan aún en el silencio de la noche, y la dulzura próxima del retorno. "

Cuántas veces habré meditado a cerca de los restos diurnos que logran apoderarse de todos los sueños… y por momentos los sueños no son sueños sino acciones vivas en presente que se cubren de un recuerdo y parecen estar de manera furtiva. Al escribir los recuerdos se desatan, se refrescan dejando una fuerza tan vivaz que uno asume el rol de protagonista simplemente desde el pensamiento.

Lunes 27 de Julio de 2009

Continúo trabajando con las propuestas de mi profesora y compañera de trabajo.
Finalizo de leer el texto de Bach, Juan Salvador Gaviota. Sin bien no encuentro en él, más allá de la forma en que los protagonistas describen el mar y con la cual me identifico, algo específicamente que pueda ayudar con mi trabajo encontrarme con éste libro fue algo emocionante. Sabe de libertad, pone alas a la vida.

Martes 4 de Agosto de 2009

Creo tener prácticamente listo mi proyecto narrativo y digo creo, porque hasta el último momento soy capaz de cambiar simplemente una coma por un punto. Lo leí y lo modifiqué las veces necesarias hasta encontrarme conforme. A mi parecer toma un carácter personal tanto narrativo como memorioso, nostálgico, que por momentos parece desplegar una larga serie de dudas que encuentran y no encuentran respuesta.
El proyecto se encuentra sustentado por los textos y fragmentos complementarios de lectura para la reflexión, la forma en que son desplegadas las meditaciones y las citas de los diferentes poemas son meras representaciones de sus lecturas. Alejado a la forma narrativa de las crónicas de Caparrós, por las cuales comencé a guiarme para llevar a cabo el proyecto, creo que encuentra cierta relación en los cambios temáticos, variando entre lo personal, lo histórico y la situación descripta, ordenando al mismo tiempo a la narración de una manera cronológica en hechos, mezclada con recuerdos, testimonios y datos. Mi intención: describir desde el recuerdo abriendo posibilidades de imaginación al lector, sobre todo en las últimas líneas, que no resultan ser final sino inicio a próximo destino, faro guía.
En cuanto a lo personal, me planteé a mi misma un viaje hacia el pasado y el recuerdo buscando constantemente ese nuevo mirar del cual tanto hablábamos al comienzo. Aprendí que las anécdotas y las historias fluyen desde la memoria pero sólo cobran un nuevo sentido cuando uno encuentra la manera de revalorizarlas por más mínimas que sean. Alcanzando así el reencuentro o tal vez, simplemente el encuentro con uno mismo.

Las tres y diez - (María Victoria beistegui)

¿A dónde van las nieblas, la borra del café, los almanaques de otro tiempo?
Julio Cortazar

Estación preferida de lectura: el verano. Época en la cual enfrento la biblioteca y elijo el próximo libro que me va a acompañar en el transcurso de los días. Todos los años la misma costumbre, dándole oportunidad a aquellos los libros abandonados de hacer lucir sus páginas dibujadas.
Entre los montones, uno destacado. El título con el cual se hacía conocer provocaba en mí los deseos de lectura. Tal vez ingenuamente esperaba encontrarme con un hecho misterioso o algo similar. La Borra del Café, en verdad no tenía ni un poco de certeza sobre qué iba a tratar y éste fue el impulso que me llevó a querer sumergirme en él.
A medida que encaminé mi lectura descubrí con sorpresa que el título del libro que tenía en mis manos había logrado engañarme. Los productos de mi imaginación no se hallaban próximos al verdadero relato con el cual me encontraba y sin embargo, eran ahora las anécdotas de Claudio el motor de mi lectura. Un hecho destacado en el texto eran las continuas mudanzas del joven. La descripción minuciosa de los olores, ruidos y todas aquellas adiciones de detalles en apariencia inconexos pero que por alguna razón habían quedado como marca indeleble en su memoria me permitian remontarme con gran facilidad al lugar donde el niño debía “volver a empezar” su vida. Investigando descubrí que el autor del libro había corrido la misma suerte de Claudio: los diferentes traslados y hasta el abandono de su ciudad natal a causa del exilio.
Recuerdo la fluidez con la que las hojas del libro fueron pasando. En especial a partir del momento en el cual Claudio se encuentra por primera vez con la “niña de la higuera”, quien de manera tácita se vuelve tan principal como el personaje mismo del cual trata la historia. Los títulos de los capítulos me incitaban a continuar la lectura y a la vez buscar la relación entre las historias del niño de nacionalidad uruguaya y el título que englobaba al libro en sí.
Al terminar la lectura comprendí que inclusive el cuadro de Gustav Klimt, Mujer con sombrero y boa de plumas que aparecía en la tapa era parte de lo que hacía al libro algo tan significante como el nombre por el cual había definido mi elección, y la historia de vida de Claudio el hilo conector entre ambos. Aquella mujer de aspecto recóndito era la más pura representación de “la niña de la higuera”. Un misterio total.
Hasta el día de la fecha, la borra del café de Claudio aparece en mi biblioteca como uno de los libros más destacados en lo que van de mis veranos gracias a la posible inmersión en el propio recuerdo que genera y un humor nacido del poder mirar atrás cuando lo trágico ya no nos toca y se trastoca en cómico.

viernes, 12 de junio de 2009

El dueño del fuego por Sylvia Iparraguirre

La mañana ya había empezado con un pequeño malestar. O por lo menos esto es lo que la ordenada mente de la doctora Dusseldorff pensaría más tarde al salir del aula. El edificio era antiguo y frío; altísimas persianas de hierro dejaban pasar como a desgano esa ambigua claridad del invierno que obligaba a encender las luces, a no mirarse las caras, a hablar sin levantar la voz. En un rincón, el portero forcejeaba con la estufa a kerosene. Los asistentes a la clase de etnolingüística de la doctora Dusseldorff, en efecto, hablaban sin mirarse, en voz muy
-¡Coño! -dijo el portero. La estufa exhibía un mecherito desarticulado y anacrónico. Una llama azul aparecía y desaparecía con pequeñas explosiones intermitentes. De golpe se apagó. Todos miraron a la doctora. El portero se levantó y dijo-: Ya vuelvo, voy hasta mi casa y traigo la mía. No se nos vaya a enfermar el aborigen.
El pronombre reflexivo o algo en el acento español del portero provocó discretas sonrisas entre los lingüistas y antropólogos. La clase, Lengua y Cultura del Chaco Argentino, debía comenzar en unos minutos. Se contaba con un indio: el toba Marcelino Romero. No podía tardar. Considerando que viajaba desde Villa Insuperable, el trayecto le llevaba poco más de una hora.
A las diez y media en punto apareció en la puerta del aula. Era bajo y corpulento con una convencionalmente inexpresiva cara de indio. El pelo, renegrido y largo, contenido detrás de las orejas. Su aspecto era muy pulcro; llevaba medias y alpargatas. Murmuró un saludo y se dirigió a su asiento, a un costado del escritorio de la doctora. Sobre el pizarrón, un cuadro repetía en griego y castellano, la leyenda. "El hombre es la medida de todas las cosas". La doctora salió del aula. Cuando volvió, escoltada por el portero y el antropólogo de la cátedra, ya era, definitivamente, la doctora y profesora Brigitta Inge Dusseldorff, de la Universidad de Mainz, especialista en lenguas amerindias, cuya tesis Einige linguistiche indizien des Kurtunwandels in NordostNeuquinea (München, 1965) había impresionado vivamente a especialistas de todo el mundo. Otro de sus trabajos, Der Kulturwandel bei de Indianen des Gran Chaco (Sudamerika) seit der Konkista-Zeit (Mainz, 1969), era fervientemente citado por los alumnos de la Facultad quienes deseaban desentrañar algún día sus profundos conceptos. La doctora Dusseldorff era alta, huesuda, de pelo muy corto; anteojos y pies enormes. La universidad argentina se conmovía con su presencia. El portero, un paso detrás de ella, no le llegaba al hombro.
-Gracias -dijo en correctísimo castellano-. Puede retirarse.
Todos se acomodaron en sus asientos; el antropólogo también. La clase comenzaba.
-La clase anterior -dijo la doctora a quien le gustaba ir directamente al punto-, habíamos llegado hasta la parte de caza y pesca, armas e implementos, ¿verdad?
Todos dieron cabezadas afirmativas.
-Bien, hoy no usaremos cintas grabadas dijo la doctora-. Vamos a retomar con el propio informante la parte correspondiente a pesca, Por favor, señor Marcelino, ¿cómo se dice "pescar"?
El indio los miró, después miró inexpresivamente la pared y dijo:
-Sokoenagan.
-Muy bien. Así que esto es "pescar".
El indio sacudió la cabeza. -No -dijo-. Yo voy a pescar.
-Ah, bien, la primera persona verbal. Entonces, usted va a pescar. -Lo señaló pero el indio no dijo nada-. Bien, pero, ¿cómo se dice "pescar"?, solamente eso.
-Sokoenagan -dijo el indio.
La doctora quedó con el bolígrafo en alto.
-Intentemos con la tercera persona. ¿Cómo decimos "él pesca"?
-Niemayó-rokoenagan -dijo el indio.
-Perfectamente -dijo la doctora y se explayó en consideraciones fonéticas. Durante los siguientes veinte minutos la clase avanzó muy lentamente.
-Recapitulemos -dijo, por fin, la doctora-. Pescar: sokoenagan; yo pesco: sokoenagan; tú pescas: aratá-sokoenagan; él pesca: niemayé-rokoenagan. Existe una glotalización con valor distintivo en...
El indio decía que no con la cabeza. Parecía que lo recapitulado no era correcto.
-¿Cómo? Dijo la doctora.
-Está sentada, todavía no fue -dijo el indio. Hubo un breve silencio.
-Un tiempo continuo o un elemento espacial en la conjugación -avisó la doctora a la clase-. Explíquese -dijo severamente. Por un momento pareció que iba a agregar "buen hombre" pero no fue así.
-Está sentado, pero todavía no fue a pescar. Está pensando -dijo el indio-, está pensando en ir a pescar. Lo estoy viendo cerca.
Alumnos y profesores se movieron inquietos. El informante no facilitaba las cosas hoy. Una de las alumnas intervino con evidentes deseos de coincidir con la doctora Dusseldorff. Era la alumna más adelantada. Había tenido la oportunidad de hablar a solas con la doctora y se había mencionado la posibilidad de una beca; hasta, quizás, un viaje a Alemania.
-¿Podrá ser, tal vez, un subsistema de presencia/ausencia del objeto nombrado?
-No creo que sea el caso dijo, con frialdad, la doctora.
El antropólogo, joven, pálido, de traje y bufanda, con experiencia de campo, intervino :
-Permítame, doctora. -Era un hombre que sabía manejarse con los indios.- ¿Qué querés decir cuando decís que lo estás viendo, Marcelino? -El antropólogo tuteaba al toba aunque debía tener veinte años menos. La doctora aprobó con una inclinación de cabeza la eficaz intervención masculina.
-Si no lo veo, digo de una manera distinta -dijo el indio. Y agregó:- Pero no pesca; va a ir a pescar.
Hubo un suspiro de alivio general. El antropólogo daba explicaciones a unas alumnas sentadas a su alrededor. Fumaba elegantemente. Conocía las últimas corrientes teóricas; sin embargo, añoraba la época de la Antropología Clásica y soñaba con reeditar a uno de aquellos refinados y eruditos dandies ingleses, capaces de internarse en lo más profundo y salvaje de la jungla, todo por la ciencia. El mismo ya había estado en el Impenetrable. Esto le otorgaba una secreta superioridad sobre la doctora, que sólo había trabajado con estadísticas, lenguajes procesados y computadoras. Los murmullos se generalizaron.
-Muy bien, Marcelino -dijo el antropólogo. Su tono contenía un premio.
La clase continuó. El indio permanecía sentado, inmóvil; la espalda, recta, no tocaba el respaldo de la silla.
-Pasemos a la caza -dijo la doctora, acomodándose los anteojos. El antropólogo sintió nuevamente que le correspondía tomar la palabra.
-Vos salías a cazar con tu abuelo, ¿no, Marcelino?
-Sí -dijo el indio.
-¿Había algún rito... -el antropólogo titubeó-, quiero decir, alguna reunión alguna ceremonia, antes de que fueran a cazar? Tu abuelo, ¿qué decía de esto?
-No -dijo el indio y miró vagamente a su alrededor.
Se produjo un corto silencio. La doctora intervino. Manifestó su interés en preguntar sobre la terminología referida a la caza. El antropólogo estuvo totalmente de acuerdo. Pero antes de que la doctora pudiese formular la primera pregunta, el toba, inesperadamente, comenzó a hablar. Hablaba en voz baja, con la mirada clavada en el piso. Explicó la enfermedad que se podía contraer por maleficio del animal perseguido. El se había enfermado de ese modo. La ciudad se parecía a la selva, dijo. Allá había que cuidarse de los bichos; acá hay que cuidarse de la gente. Recordó a su padre y a su abuelo, cuando lo llevaban a cazar. Ellos le habían enseñado cómo hacerlo. Pero él, después, había querido venirse. Salir del Chaco, de la tierra firme, y venirse, porque se había peleado con el capataz que era paraguayo y les daba trabajo nada más que a los paraguayos. No a los hermanos tobas, no a los argentinos.
La última palabra sonó extraña en el aula. Los presentes miraban al indio como si acabara de decir algo fuera de lugar, o como si empezaran a descubrir en él una cualidad que antes no habían percibido. En el aire flotaba una observación notable: ese indio era argentino.
-Me fui un domingo a hablarle -proseguía el toba. No había variado su actitud y su mirada permanecía fija en el suelo-. Y me pelié. Trabajábamos toda la semana, no había domingo.
Estudiando su cuaderno de notas, la doctora dijo:
Creo que nos vamos del tema. No se trata de historia personal sino de reconstrucción cultural. Miró al antropólogo que acudió otra vez en su auxilio.
-Está bien, Marcelino -dijo el antropólogo con cierta advertencia en el tono de su voz; tenía experiencia de campo y sabía cómo hablar con los indios-, está muy bien -ahora parecía dirigirse a una criatura-, pero queremos que nos cuentes cuando ibas a cazar; qué armas usabas,
cómo se llamaban, ¿te acordás? Vos tenías dieciocho años cuando te viniste del Chaco.
-Sí, me vine -dijo el indio-. Yo no quise entrar en la transculturación. -Como llevadas por un mismo impulso, todas las cabezas se inclinaron; se tomó nota de esta palabra tan correctamente asimilada por el toba-. Yo reboté porque me pelié con el capataz. Llovía y mi abuelo y yo habíamos cargado todo el domingo. Mi abuelo y yo, entreverados con los otros, cargamos los vagones con los fardos, aunque llovía. Entonces me pelié y me vine a la ciudad, al Hotel de Inmigrantes; pero la pieza era muy chica, todo era muy chico. Uno quiere ver campo y no. Ve nada más que ciudad, por todos lados.
La clase estaba en suspenso. La doctora, impaciente, miró al indio y dijo con tono autoritario:
-Vamos a continuar con implementos y armas, pero antes probaremos con dos palabras para retomar la parte fonética. -Miró otra vez al indio.¿Cómo se dice "pez"?
El indio suspiró y se apoyó en el respaldo de la silla; después, metió las manos en los bolsillos del pantalón y cruzó una pierna sobre otra. No pareció un gesto oportuno en el contexto de la clase. Miró de frente a la doctora.
-Naiaq -dijo.
-Bien, entonces podríamos establecer: sokoenagan naiaq: yo pesco un pez. Observen que hay dos nasales en contacto -dijo con algo que podía parecerse al entusiasmo, la doctora.
-Si el pez está ahí y yo lo veo, sí -interrumpió el indio-, si no, no. -Todos lo miraron. -Hay otra forma -concluyó, finalmente, el toba.
-¿Cuál?-preguntó la doctora Dusseldorff. Sus ojos se habían achicado detrás de los enormes anteojos.
-Lacheogé-mnaiaq-ñiemayé-dokoeratak -dijo el indio. Algunos de los presentes creyeron advertir una sombra de sonrisa en su cara pétrea, pero sus ojos estaban serios y fijos.
-Parece que el informante no está bien dispuesto hoy para la parte lingüística. Si quierre, profesorr podemos continuarr con implementos y armas -dijo la doctora, marcando tremendamente las erres.
Todos se relajaron. Sería lo mejor. La clase en pleno se daba cuenta de que la doctora estaba ligeramente fastidiada. Cuando esto ocurría, su lengua materna subía a la superficie. El informante debía colaborar, de otro modo era imposible organizar adecuadamente la parte fonética.
-Un merecido receso, doctora -dijo, sonriente, el antropólogo. Todos rieron. Una de las alumnas se ofreció para traer café. El antropólogo y la doctora se retiraron a un rincón, a hablar en voz baja. Dos estudiantes se acercaron al indio que permanecía sentado en su silla.
-Andá al punto, Marcelino, no te vayas por las ramas que esto va a durar todo el día. -Le ofrecieron un cigarrillo y el toba aceptó, pero no se levantó de su silla. Cada tanto, un rápido parpadeo le modificaba la expresión.
-Así que la ciudad no te gusta -le dijo uno de los estudiantes-, sin embargo vos acá podés trabajar y mantener a tu familia, ¿no Marcelino? Estás mejor que en el Chaco.
El indio dijo que sí con la cabeza. Miraba la punta del cigarrillo: -Pero cuando uno quiere ver campo, ve nada más que ciudad -dijo-, por todos lados ciudad.
Diez minutos más tarde, el antropólogo golpeó las manos académicamente.
-Continuamos -dijo.
Mientras todos se ubicaban, él mismo salió y se dirigió a Arqueología. Cuando volvió a entrar traía dos arcos, varias flechas, tres lanzas de diferentes tamaños y un lazo hecho de fibras vegetales con complicados nudos en los extremos.
-Bueno, Marcelino -dijo el antropólogo, colocándose frente al toba-, reconocés estos elementos, estas armas... sostenía el arco y las flechas delante de los ojos del indio. Desde la silla, el toba miró los objetos. Levantó una mano y tocó con la punta de los dedos el arco. Bajó la mano.
-Sí -dijo-, sí.
-¿Alguno te llama la atención en forma especial? -continuó preguntando el antropólogo. El indio tomó una de las flechas, la más chica, sin plumas en el extremo.
-Esta es una flecha para pescar.
-Perfectamente. ¿Se utiliza con este arco? La clase pasada dijiste que tu abuelo tenía todas estas cosas guardadas en su casa.
De repente, el indio se puso de pie y se inclinó sobre el antropólogo. Todos se sorprendieron; el antropólogo dio un brusco paso hacia atrás. El indio le habló en voz baja.
-Por supuesto, Marcelino -el antropólogo intentaba reír- por supuesto.
-Marcelino pide permiso para quitarse el saco y estar más cómodo para reconocer el arco -informó a la clase.
Se oyeron unas risas aisladas, nerviosas. La doctora, completamente seria, anotaba algo en su libreta de apuntes. El indio colocó cuidadosamente el saco en el respaldo de la silla. Después tomó el arco. En las manos del indio, el arco dejó de ser una pieza de museo y se volvió un objeto vivo. Sus manos, anchas y morenas, lo recorrían parte por parte. No había ninguna afectación en ese reconocimiento. Su disposición era la de alguien que sabe muy bien lo que va a hacer. Con una mano sostuvo el arco y con la otra tomó las flechas.
-Esta es de caza -dijo sin dirigirse a nadie. Paradójicamente se veía mucho más corpulento sin el saco. Su cuello y sus hombros eran poderosos. En su frente, inclinada para observar mejor los objetos, se marcaba una vena desde el entrecejo hasta el nacimiento del pelo. Todos lo miraban con curiosidad. No parecía el mismo que hacía unos minutos contestaba pasivamente las preguntas de la doctora-. Y ésta es la de guerra. Al decirlo el indio miró al antropólogo. La flecha que sostenía era la más grande, con un penacho de plumas de colores en el extremo.- Mi abuelo decía que Peritnalik nos mandaba a la guerra a los hermanos. -Miró otra vez al antropólogo y después a todos; antes de que el antropólogo hablara, dijo.- Peritnalik, Dios, El Gran Padre, el que manda los espíritus a la llanura del indio.
Algunos tomaban notas. La mayoría clavaba una mirada ansiosa en el toba. No podía decirse que estuviera haciendo nada impropio, pero algo había en su manera de pararse y de tomar el arco que sobrepasaba los límites de una clase en el Instituto. El antropólogo se había sentado cerca de la puerta, a un costado del indio, y lo observaba. Trataba de aparentar interés pero era evidente que estaba algo desconcertado e incómodo.
El toba, con una destreza sorprendente, tensó la cuerda y la amarró al extremo del arco. Todos los ojos estaban fijos en sus manos. Una ligera inquietud se pintó en las caras. En realidad, nadie conocía bien a ese indio. Habían dado con él por casualidad y había resultado particularmente oportuno para ilustrar las clases de la doctora Dusseldorff. Como para retomar el hilo perdido de la clase, el antropólogo preguntó:
-Cómo se dice "flecha", Marcelino.
El indio levantó bruscamente la cabeza. Hichqená -dijo.
-Podemos establecer una comparación con la terminología mataca que...
El antropólogo debió interrumpirse. El indio, con las piernas separadas y firmemente plantado, tensaba el arco como probándolo. Una parte de su pelo, renegrido y duro -de tipo mongólico, pensó automáticamente el antropólogo- se había deslizado de atrás de su oreja y le caía sobre la cara. La mano oscura alrededor de la madera se veía enorme. Una energía insospechada hasta entonces -en las clases anteriores el indio había permanecido siempre respetuosamente sentado en su silla- irradió de su cuerpo, una fuerza recíproca entre su brazo y la tensión del arco, una especie de potencia masculina, en fin, que fastidiaba especialmente a la doctora Dusseldorff, habituada a las jerarquías asexuadas de la ciencia. Con voz gutural, el toba dijo:
-Kal'lok -y repitió más fuerte-, Kal'lok.
Nadie anotaba ya las palabras. Con una agilidad que dejó a todos en suspenso, el indio se agachó y tomó una flecha, la más larga, con el penacho de plumas. El antropólogo se levantó de su silla. Estaba pálido. La doctora había dejado su cuaderno de notas sobre el escritorio.
-Creo que no es necesario... -empezó a decir.
-¡Ena...! ¡Ená...! ¡Peritnalik! -la voz profunda del toba rebotó en las paredes.
Varios cuadernos de notas cayeron al suelo. El indio había colocado la flecha de guerra en el arco y volvía a tensar la cuerda. Había quedado de perfil a la clase y en esa actitud era muy fácil imaginar su torso desnudo, como en un sobrerrelieve. La flecha ocupaba exactamente el vacío de la tensión. Su punta alcanzó casi la altura de los ojos del antropólogo. La doctora tenía la boca abierta.
-Hanak ená ña'alwá ekorapigem ramayé mnorék, ramayé lacheogé, ramayé pé habiák... murmuró la voz ronca del indio. Estaba inmóvil. Sólo sus ojos describieron, lentamente, un semicírculo que los abarcó a todos. Algunas cabezas iniciaron el movimiento de ocultarse tras la espalda de los que tenían delante. En el fondo del aula, una chica se puso de pie.
-Kal'lok -dijo el indio.
El silencio pesó como una losa.
El toba bajó, despacio, el brazo y destensó el arco. Con delicadeza sacó la flecha y la colocó junto a las otras. Apoyó el arco en el respaldo de la silla. Retiro el saco y se lo colgó del antebrazo.
El aula, de a poco, empezó a cobrar vida. Hubo carraspeos, personas que se inclinaban buscando en el suelo sus cuadernos de notas, algunas toses aisladas. El antropólogo, todavía pálido, encendió un cigarrillo y se aproximó al indio.
-Perfectamente, Marcelino, perfectamente -dijo.
Esto devolvió a la clase su capacidad de expresión. En general, se intentaba averiguar quién había tomado notas. Recorrió el aula la información de que lo dicho por el toba había sido una oración a Peritnalik. Algo como "... el dueño del fuego, el dueño de la noche y de la selva..." y también algo más, pero no se podía asegurar.
Rápidamente, se reunió el dinero con que se pagaba la colaboración de Marcelino Romero. Uno de los alumnos se lo entregó sin mirarlo.
El antropólogo y la doctora Dusseldorff salieron últimos. La clase no había sido satisfactoria. Consideraban, académicamente, la posibilidad de conseguir otro informante. Tal vez un mataco con mayor disposición. La buena disposición es fundamental para los fines científicos.

viernes, 1 de mayo de 2009

¡Bienvenido/as al tren!

Estoy escribiendo lo primero que verán todos, y de algún modo lo quiero escribir con ustedes, con quienes comparto el taller los martes.
Por eso sé que lo mejor es mostrar lo que se creó colectivamente, a partir de un poema al que le faltaba todo, salvo un par de palabras y algún que otro signo de puntuación.
Al reconstruir un poema a partir de una pocas pistas lograron construir tres nuevos, cada uno singular y distinto.
Aquí encontrarán los tres poemas y además el poema completo, Jaulas, de Andrés Bohoslavsky, incluido en Casi un asesino y otros poemas.
Sean nuevamente bienvenidos y bienvenidas, léanse y déjense leer.

Jaulas, de Andrés Bohoslavsky

Antes que estallara el misil

en la trinchera

vi venir a los gurkas

y pensé que estaba listo.

Los ingleses me cosieron la cabeza

pusieron unas piezas de platino

me subieron al Canberra

como prisionero de guerra

desperté en altamar en Junio

bajé en Southampton

me exhibieron en el zoo con los monos

no me puedo quejar, comí bastante bien

hasta que vino el canciller y logró

mi liberación.

Bajé en el puerto de Buenos Aires

una noche de Octubre

conseguí trabajo en una pizzería de Retiro

cuando me pagan el sueldo

recuerdo con cariño

esa jaula en Londres.