Blog de alumnos de la comisión 51 del taller de expresión, Cátedra Reale, de la carrera de Comunicación Social, Uba, coordinado por la profesora Claudia Risé y su alumno ayudante Lisandro Gallo.

viernes, 15 de enero de 2010

Las tres y diez - (María Victoria beistegui)

¿A dónde van las nieblas, la borra del café, los almanaques de otro tiempo?
Julio Cortazar

Estación preferida de lectura: el verano. Época en la cual enfrento la biblioteca y elijo el próximo libro que me va a acompañar en el transcurso de los días. Todos los años la misma costumbre, dándole oportunidad a aquellos los libros abandonados de hacer lucir sus páginas dibujadas.
Entre los montones, uno destacado. El título con el cual se hacía conocer provocaba en mí los deseos de lectura. Tal vez ingenuamente esperaba encontrarme con un hecho misterioso o algo similar. La Borra del Café, en verdad no tenía ni un poco de certeza sobre qué iba a tratar y éste fue el impulso que me llevó a querer sumergirme en él.
A medida que encaminé mi lectura descubrí con sorpresa que el título del libro que tenía en mis manos había logrado engañarme. Los productos de mi imaginación no se hallaban próximos al verdadero relato con el cual me encontraba y sin embargo, eran ahora las anécdotas de Claudio el motor de mi lectura. Un hecho destacado en el texto eran las continuas mudanzas del joven. La descripción minuciosa de los olores, ruidos y todas aquellas adiciones de detalles en apariencia inconexos pero que por alguna razón habían quedado como marca indeleble en su memoria me permitian remontarme con gran facilidad al lugar donde el niño debía “volver a empezar” su vida. Investigando descubrí que el autor del libro había corrido la misma suerte de Claudio: los diferentes traslados y hasta el abandono de su ciudad natal a causa del exilio.
Recuerdo la fluidez con la que las hojas del libro fueron pasando. En especial a partir del momento en el cual Claudio se encuentra por primera vez con la “niña de la higuera”, quien de manera tácita se vuelve tan principal como el personaje mismo del cual trata la historia. Los títulos de los capítulos me incitaban a continuar la lectura y a la vez buscar la relación entre las historias del niño de nacionalidad uruguaya y el título que englobaba al libro en sí.
Al terminar la lectura comprendí que inclusive el cuadro de Gustav Klimt, Mujer con sombrero y boa de plumas que aparecía en la tapa era parte de lo que hacía al libro algo tan significante como el nombre por el cual había definido mi elección, y la historia de vida de Claudio el hilo conector entre ambos. Aquella mujer de aspecto recóndito era la más pura representación de “la niña de la higuera”. Un misterio total.
Hasta el día de la fecha, la borra del café de Claudio aparece en mi biblioteca como uno de los libros más destacados en lo que van de mis veranos gracias a la posible inmersión en el propio recuerdo que genera y un humor nacido del poder mirar atrás cuando lo trágico ya no nos toca y se trastoca en cómico.

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